Trump niega su derrota, bloquea cooperación en la transición

 

El gobierno del presidente saliente de Estados Unidos, Donald Trump,
sumió el lunes en el caos la transición presidencial. El mandatario
bloqueó la colaboración de los miembros del gobierno con el equipo del
presidente electo, Joe Biden, mientras que el secretario de Justicia,
William Barr, autorizó al Departamento de Justicia a investigar
acusaciones sin base de fraude electoral.

Algunos republicanos,
incluido el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, apoyaron
los esfuerzos de Trump por impugnar los resultados de las elecciones.
Pocos en el Partido Republicano reconocieron la victoria de Biden o
condenaron otra iniciativa más preocupante de Trump el lunes: su
destitución del secretario de Defensa, Mark Esper.

Las noticias
pusieron en duda que el país vaya a asistir a un traspaso de poder
tranquilo como los que han consolidado su democracia durante años. El
Colegio Electoral tenía previsto confirmar oficialmente la victoria de
Biden el 14 de diciembre, y el demócrata asumirá el cargo a finales de
enero.

Barr
autorizó el lunes a los fiscales estadounidenses a investigar
acusaciones “sustanciales” de irregularidades y fraude electoral, aunque
no existen pruebas generalizadas de esa clase de problemas en las
elecciones de 2020. De hecho, funcionarios electorales de ambos partidos
han declarado públicamente que la votación marchó bien, y también los
observadores internacionales confirmaron que no hubo irregularidades
graves.

El abogado de campaña de Biden, Bob Bauer, dijo que el
comunicado interno de Barr autorizando las pesquisas “sólo alimentará
las ‘afirmaciones engañosas, especulativas, imaginativas o remotas’ que
dice combatir”.

Biden siguió adelante con sus preparativos para
formar un gobierno, reuniendo un equipo de expertos para afrontar la
creciente pandemia. Pero la agencia federal que debe dar luz verde al
inicio de la transición demoró hacerlo. Y la Casa Blanca maniobró para
expulsar a aquellos considerados como no lo bastante leales, mientras
Trump seguía negándose a admitir la derrota.

El presidente se
mantuvo alejado de las cámaras en la Casa Blanca mientras continuaba la
conversación sobre cómo pasaría los próximos días y semanas al tiempo
que impugnaba la voluntad popular. No se esperaba que Trump admitiera la
derrota oficialmente, aunque era probable que abandonara reacio la Casa
Blanca al final de su mandato, según varias personas de su entorno.

También
se especulaba sobre la celebración de más mítines en un intento de
mantener motivados a los seguidores de Trump a pesar de la derrota. Era
posible que incluyeran la participación de su familia y de importantes
aliados, pero no la del presidente.

Algunos colaboradores de
Trump creían que la destitución de Esper, el responsable del Pentágono,
sería la primera de varias, ya que el presidente ya no tiene que
responder de nuevo ante los votantes y está molesto con los miembros del
gobierno a los que considera insuficientemente leales. Otros que
podrían verse señalados son el director del FBI, Christopher Wray; la
directora de la CIA, Gina Haspel, y el doctor Anthony Fauci, experto en
enfermedades infecciosas.

El presidente recibió el visto bueno de
McConnell para seguir peleando. Muchos republicanos ven al líder
republicano en el Senado como el hombre que tendrá que señalar la salida
a Trump en algún momento.

“En realidad, nuestras instituciones
están diseñadas para esto”, dijo McConnell al abrir la sesión del Senado
el lunes. “Tenemos el sistema para considerar las preocupaciones, y el
presidente Trump está en pleno derecho de investigar acusaciones de
irregularidades y estudiar sus opciones legales”.

El líder
demócrata en el Senado, Chuck Schumer, replicó que la resistencia de los
republicanos a aceptar los resultados de las elecciones era
“extremadamente peligrosa, extremadamente venenosa para nuestra
democracia”.

“Joe Biden ganó las elecciones con justicia”, añadió Schumer.

Unos
pocos senadores republicanos hicieron tibios gestos admitiendo un
cambio de gobierno. El senador de Nebraska Ben Sasse felicitó a Biden, y
la senadora Susan Collins de Maine mencionó la “aparente victoria”
demócrata. Pero muchos congresistas republicanos eran reacios a hablar
sobre las elecciones, viendo poco incentivo político a tomar una postura
firme sobre la salida de Trump de la Casa Blanca.

Los
republicanos en el Capitolio han sido reacios a presionar al presidente
para que admita la derrota, sabiendo que molestaría a su base de
seguidores devotos de Trump. La mayoría tampoco avivaba abiertamente las
afirmaciones sin base del presidente sobre un fraude, aunque no
despejaban los cuestionamientos sin pruebas sobre el proceso electoral.

Para
aumentar la sensación de incertidumbre, la Administración de Servicios
Generales (GSA, por servicios en inglés) demoró el inicio oficial del
traspaso de poder, impidiendo que los equipos de Biden accedieran a las
agencias federales. Un portavoz de la agencia dijo el lunes por la noche
que aún no había una “constatación” sobre el ganador de las elecciones.

Señalando
a las acciones de la agencia durante el recuento ampliado en los
comicios de 2000, el vocero señaló que podría no iniciar el proceso de
transición hasta que Trump admitiera la derrota o el Colegio Electoral
se reuniera el mes que viene.

Ese recuento en Florida implicaba
un margen de apenas 537 votos en un estado que podría haber determinado
qué candidato obtenía los 270 votos electorales para proclamarse
presidente. Las ventajas de Biden en Wisconsin, Pensilvania y Michigan,
que le dieron los votos para llegar a la Casa Blanca, son mucho mayores,
y más amplias que las ventajas de Trump en esos mismos estados en 2016.

En
una llamada el lunes por la noche con periodistas, un funcionario
encargado de la transición dijo que el equipo de Biden cree que es hora
de que el administrador de la GSA certifique que Biden es el presidente
electo. El funcionario, que habló bajo condición de anonimato, indicó
que “desde luego hay una posibilidad” de acciones legales si eso no
ocurre, aunque también se barajan otras opciones.

Mientras tanto, el gobierno parecía ir reduciendo su actividad a todos los niveles.

Empleados
de la Casa Blanca y cargos políticos nombrados por Trump informaron a
los funcionarios de carrera del gobierno de que no debían iniciar el
proceso de transición hasta que la GSA lo aprobara, según personas
familiarizadas con la situación.

Un miembro del gobierno dijo que
el director presidencial de personal, John McEntee, exasesor personal
del presidente, había transmitido a los departamentos que debían
cancelar por ahora cualquier nombramiento político. Otro funcionario
dijo que la advertencia no se interpretó como un preliminar a despidos,
sino para recalcar que no se tomaran decisiones en contra de Trump
mientras el mandatario no aceptara la derrota. Estos funcionarios y
otros que no estaban autorizados a comentar políticas internas o
describir conversaciones privadas pidieron anonimato.

Pero
algunos elementos del gobierno federal ya se habían movilizado para
preparar el relevo. El Servicio Secreto de Estados Unidos y la
Administración Federal de Aviación ampliaron hasta el día de la
investidura una restricción de vuelo en torno a Wilmington, Delaware,
donde vive Biden. También se ha reforzado su equipo de seguridad con
agentes de la División de Protección del Presidente.

Y pese a la
postura pública de Trump, en su círculo interno iba ganando fuerza la
idea de que el resultado electoral sería imposible de cambiar. Algunos
miembros importantes del gobierno han intentado argumentar que Trump
debe centrar sus esfuerzos en consolidar su legado, pero temen que se
los señale como desleales por siquiera pensarlo.

Las acciones
legales en estados en disputa como Georgia y Wisconsin ya han sido
desestimadas. Y los esfuerzos de Trump sufrieron otro golpe el lunes
cuando el asesor de campaña David Bossie, encargado de dirigir la
ofensiva legal, dio positivo en coronavirus.

Bossie estuvo en la
fiesta electoral en la Casa Blanca, celebrada en interior, que ahora se
está planteando como un posible evento masivo de contagios tras los
positivos del jefe de despacho de la Casa Blanca, Mark Meadows; el
secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano, Ben Carson, y otros
asesores.

En la Casa Blanca, el número de colaboradores presentes
ha ido cayendo desde la noche electoral, debido en parte al resultado, y
en parte a que varios están en cuarentena tras contagiarse o verse
expuestos a personas con COVID-19. El vicepresidente, Mike Pence, tenía
previsto salir el martes a unas vacaciones en Florida tras visitar el
Capitolio.

La agenda pública de Trump no ha incluido una reunión
informativa con personal de inteligencia desde el 1 de octubre. La Casa
Blanca no ha proporcionado ningún resumen de llamadas del presidente con
líderes extranjeros en semanas. No se ha reunido en meses con miembros
del equipo de trabajo contra el coronavirus. Tampoco ha hecho
declaraciones públicas sobre la tormenta tropical Eta, que está
castigando los Cayos de Florida.

La prolongada resolución de los
comicios sólo ha agravado la cultura de suspicacia que ha inundado la
ahora vacía Ala Oeste de la Casa Blanca.’

 

 

CREDITOS A DIARIO LIBRE.

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