
Desde insultos hasta batallas legales, llegando a amenazas de
recortes presupuestarios, la relación de amor y odio de Donald Trump con
su Nueva York natal se ha convertido en una de desprecio mutuo después
de cuatro años en la Casa Blanca.
Con su reelección en juego en
menos de una semana, el candidato republicano se mantiene al ataque en
este bastión demócrata, aunque casi sin chances de ganar.
“Nueva
York, California, Illinois. La gente está HUYENDO. Los impuestos y el
crimen por las nubes. VOTE TRUMP. Lo voy a cambiar y ¡RÁPIDO¡”, tuiteó
el lunes.
Un
día después, el presidente, que fue abucheado cuando votó en Manhattan
en 2016, insistió en Twitter: “Nueva York. Vota por Trump. ¿Qué
(¡diablos¡) tienes que perder?”.
Trump describió la Gran Manzana, donde el temor al covid-19 hizo escapar
a sus residentes adinerados y vació las oficinas, como una “ciudad
fantasma”,
“Miren a Nueva York y lo que ocurrió en mi maravillosa
ciudad. La amé durante muchos años, era vibrante. Está muriendo. Todos
dejan Nueva York”, dijo.
El alcalde izquierdista de Nueva York le
respondió: “La única ciudad fantasma será Mar-a-Lago, donde te
retirarás forzado después de las elecciones”, tuiteó en alusión a la
residencia de Trump en Florida.
En las redes sociales, los
residente de Nueva York publicaron imágenes de calles atestadas y memes
ridiculizando la afirmación de que es una “ciudad fantasma”.
“En
esta ciudad es odiado por mucha gente, excepto, quizás, por quienes
tienen más dinero”, dijo Susan Levein, una jubilada de 74 años después
de votar anticipadamente por Biden.
Primer
presidente nacido en Nueva York desde Theodore Roosevelt a comienzos
del siglo pasado, Trump tiene simpatizantes en la ciudad.
Están
en Staten Island y en varias zonas de Queens y Brooklyn. Su política
proisraelí lo hizo popular en las comunidades de judíos ortodoxos y lo
apoya el principal sindicato de policías.
Pero las encuestas
estiman que será abrumadoramente derrotado en su ciudad natal, donde en
2016 el 79% de los votos fueron para la demócrata Hillary Clinton.
Trump
tiene su nombre en numerosos rascacielos y hoteles pero jamás fue
querido por la élite de Manhattan pese a ser un magnate de los bienes
raíces, según el experto en marketing Kenneth Scarlett.
“Aquí la clase liberal siempre consideró sus edificios como llamativos y aparatosos”, dijo a la AFP.
Matt
Eldridge, un economista de 33 años de Manhattan, señala: “Su
presidencia es la antítesis de lo que apoya Nueva York, que es apertura a
gente de todos los orígenes que trabajan junta por el bien común”.
Las disputas entre Trump y Nueva York son profundas.
Poco
después de entrar a la Casa Blanca en enero de 2017, Trump emprendió
operativos contra migrantes irregulares, lo cual fue considerado una
afrenta en la gran ciudad cosmopolita, cuya Estatua de la Libertad honra
a los llegados de otras tierras.
Nueva York y otras urbes demócratas se declararon ciudades “santuario” y rehusaron colaborar con la policía de inmigración.
El gobierno de Trump contragolpeó anunciando el retiro de algunos subsidios federales, lo que desencadenó un largo pleito.
Con
la acumulación de controversias, las visitas de Trump a Nueva York se
tornaron breves y ocasionales. Prefirió sus clubes de golf del vecino
estado de Nueva Jersey a su domicilio en la Trump Tower, en la Quinta
Avenida, el lugar preferido de sus detractores para protestar en su
contra.
La pandemia, que en primavera hizo estragos en la ciudad,
exacerbó las tensiones mientras los líderes demócratas resistían las
exhortaciones de Trump a reabrir las actividades económicas.
Durante
meses, tanto De Blasio como el gobernador del estado, Andrew Cuomo,
pidieron en vano fondos federales para cubrir su falta de dinero que
amenazaba el funcionamiento de servicios públicos.
Si Trump gana un segundo mandato, es probable que la pelea presupuestal se intensifique.
El
presidente incluyó en septiembre a Nueva York entre las ciudades
consideradas “anarquistas” tras el brote de asesinatos y tiroteos que
siguieron a las protestas contra la brutalidad policial tras la muerte
de George Floyd en mayo.
En respuesta, Nueva York demandó al
gobierno de Trump por la medida, lo que podría costar a la ciudad la
pérdida de 7.000 millones de dólares de fondos federales.
Con tanta animadversión, pocos creen que Trump vuelva a Nueva York si pierde la Casa Blanca.
Por lo pronto, Trump cambió su domicilio a Florida en noviembre del año pasado y votó en ese estado clave el sábado.
“Es
como un amante rechazado. Quiere la adulación de Nueva York y nunca la
consigue. De manera que dice: ‘de todas formas nunca la quise’”, comentó
Scarlett.
CREDITOS A DIARIO LIBRE.