Desde finales del año pasado el mundo ha sido sacudido por la más
terrible amenaza que hubiésemos podido imaginar. Andar por la calle como
si todos fuésemos asaltantes, enmascarados y hasta con guantes, parece
de películas distópicas cargadas de ficción.
Pero lo que lleva
casi un año no es comparable con un virus que ha dejado peor que
diezmado el mundo cultural dominicano. Me explico iniciando este
comentario con un poco de historia. El boom del arte dominicano ocurrió
en los 80’s. Antes de esa década asombrosa ser artista era un sacrificio
de mártires. De repente la sociedad dominicana comenzó a valorar la
cultura de una manera nunca vista. Las pinturas desplazaron a las
láminas y copias que se compraban en todo el país y los libros también
se hicieron más populares que nunca. Ser artista se volvió algo
rentable. Y la cultura se popularizó en todas sus facetas.
Comenzamos
a participar en innumerables exposiciones internacionales y hasta
premios y galardones llegaron a ser otorgados. Las columnas en
periódicos y revistas atestiguaban del renacer del arte dominicano. Se
consolidaron mecenas y colecciones en bancos y corporaciones.
La
marca país República Dominicana creció y llegó a playas extranjeras
atrayendo a coleccionistas y amantes de las artes que venían a ver de
primera mano lo que era un descubrimiento.
repente algo pasó. Las galerías de arte y las librerías comenzaron a
cerrar. Las ventas disminuyeron drásticamente y muchos artistas buscaron
insertarse en algún carguito en el estado que les permitiera subsistir.
No fue el Apocalipsis; pero para muchos fue el final.
¿Qué pasó?
El fenómeno sociopolítico-cultural que trataré de explicar en breves palabras fue el causante de esta debacle.
Antes
las clases dominantes venían de un trasfondo o nivel elevado. Los ricos
eran más cultos y los políticos eran personas leídas y con dotes de
escritores, cultivados y conocedores de las riquezas intangibles de
Europa y el resto del mundo. Sin embargo, fue surgiendo una nueva clase
poderosa, políticos ignorantes pero ambiciosos y anhelantes del poder
que da el dinero sin importar el cómo conseguirlo. Personas incultas
pero astutas que lograron hacerse de una posición de poder, aunque sus
reputaciones no fueran las mejores. Con capacidad para adquirir bienes y
servicios, su manera de ostentar la riqueza habida o tal vez mal habida
se manifestó de otra manera. El arte y los libros les eran
indiferentes. Lo que da prestigio y visibilidad son los inmuebles
lujosos, los autos exóticos y las acompañantes femeninas de belleza
escandalosamente exhibida en restaurantes de lujo.
Esta nueva especie dominante permeó toda la sociedad y destruyó en meses lo que había tomado décadas.
Murió
el arte y la cultura y se arraigó la incultura. Los nuevos gustos
musicales también manifestaron la nueva realidad, y de los de abajo,
muchos decidieron emular a los de arriba convirtiéndose en delincuentes y
asaltantes buscando también lo suyo.
Este es el panorama que
tenemos hoy. Sólo un cambio verdadero, un nuevo paradigma, con
gobernantes que valoren y amen la cultura y las artes, las promuevan y
difundan, podrá matar este mal que se volvió endémico y compite en su
labor destructiva con el COVID. Sólo una nueva visión de modernidad y
genuino desarrollo podrá salvar de la muerte los valores que quedan y
los agentes culturales que sueñan con una vuelta al progreso material y
espiritual de la nación dominicana.
CREDITOS A DIARIO LIBRE.