Joe Biden, de una vida llena de tragedia a acariciar el mayor triunfo político en Estados Unidos

 

Joe
Biden ha sufrido profundas pérdidas personales y vio como sus primeras
ambiciones políticas quedaron truncadas, pero el veterano político
demócrata espera que su promesa de unificar a Estados Unidos lo lleve a
la presidencia, tras casi medio siglo en Washington.

Es poco
habitual que los perfiles de dos candidatos presidenciales sean tan
disimiles, pero en la carrera de 2020 la personalidad cercana de Biden,
con sus orígenes modestos se opone a la personalidad exultante de Trump,
un hombre de negocios que nació entre privilegios pero que insiste en
que es el candidato marginal.

En su larga carrera hasta la Casa
Blanca, que se extiende durante décadas con dos intentos infructuosos,
este político optimista radicado en Delaware sostiene todavía que puede
cambiar el talante de Estados Unidos y pasar de la rabia y la sospecha a
la dignidad y el respeto.

“¡Dos
días más! En dos días podemos poner fin a esta presidencia que desde el
principio ha buscado dividirnos”, dijo Biden durante un mitin este
domingo en Pensilvania.

“En
dos días podemos acabar con una presidencia que no ha logrado proteger
esta nación. En dos días podemos acabar con una presidencia que ha
avivado las llamas de la ira”, añadió.

A los 77 años, Biden
lidera las encuestas antes de las elecciones del martes y podría
convertirse en la persona más vieja en asumir la presidencia de Estados
Unidos.

Si gana, heredaría una nación agitada por una pandemia
que avanza y ha dejado más muertos que en ningún otro país y una
presidencia que considera mancillada por las “mentiras” de Donald Trump.

En
cambio, si pierde ante un presidente impopular como Trump, esto
implicaría que es un “pésimo” candidato, en sus propias palabras.

Una derrota que daría un carpetazo a una carrera política prolífica marcada por el esfuerzo.

Empatía con la opinión pública

Biden llegó a la política nacional a los 29 años cuando logró sorpresivamente ser elegido senador por Delaware en 1972.

Pero sólo un mes después una tragedia destrozó su mundo cuando su primera esposa, Neilia Hunter, y su hija de un año murieron en un accidente de coche cuando iban a comprar un árbol de Navidad.

Sus dos hijos quedaron heridos de gravedad, pero sobrevivieron, aunque el mayor, Beau, murió joven víctima de un cáncer en 2015.

Estas
tragedias ayudaron a cimentar la empatía con la opinión pública
estadounidense que trasluce en sus interacciones cotidianas.

Sus
habilidades son polivalentes. De la misma forma en la que sonríe en un
auditorio lleno de estudiantes universitarios, es capaz de conectarse
con obreros de las zonas deprimidas o lanzar duras recriminaciones a sus
rivales.

Esta habilidad quedó cercenada en 2020 cuando la crisis
del coronavirus frenó en seco su campaña presencial y lo dejó confinado
en su hogar, un lugar que recién en las últimas semanas se ha atrevido a
dejar.

Ya no tiene la misma fuerza que durante los ocho años en
los que fue vicepresidente de Barack Obama y aunque conserva una sonrisa
de anuncio, su paso es más frágil y su pelo escasea.

Sus
críticos y los mismos demócratas se preguntaron durante toda la campaña
si su propensión a los errores y la torpeza iba a manifestarse a lo
largo de la campaña contra Trump.

El mandatario de 74 años explota esta veta, lo llama “Joe el dormido” y lo acusa de sufrir un deterioro cognitivo.

Biden
ha intentado repeler los ataques y en un rapto de frustración luego que
el presidente no dejara de interrumpirlo en el primer debate, le lanzó
exasperado un “¿Te vas a callar?”.

Cuando fue elegido era uno de
los senadores más jóvenes en llegar al Capitolio y allí pasó décadas
antes de ser durante ocho años el vicepresidente de Obama.

El
mensaje de Biden se ha articulado en gran medida en asociación con su
estilo moderado durante el gobierno de Obama, pero en campaña ha
prometido que como presidente tomará posturas más progresistas en
materia de cambio climático, justicia racial y alivio de la deuda
estudiantil.

Una espectacular recuperación

Pero
Biden casi no logra ser el candidato. Pese a que partió como favorito,
muchos lo descalificaron por ser muy viejo, muy moderado y su campaña
parecía encaminada al desastre después de las primeras primarias, donde
Bernie Sanders despuntó del pelotón.

Pero con la primaria de Carolina del Sur y el apoyo del voto de los ciudadanos negros logró volver a la contienda.

Esta
carrera marca un brusco contraste con su intento de 1988 cuando tuvo
que retirarse en medio de la vergüenza después de que se descubriera que
había plagiado un discurso.

En su intento de 2008 tampoco le fue
mejor y sólo logró menos de un 1 % del apoyo en el caucus de Iowa que
da el pistoletazo a la carrera.

Ese año fue escogido como compañero de fórmula de Obama, para quien pasó a ser “el guerrero feliz de Estados Unidos”.

Tras su victoria, Obama le encomendó supervisar la recuperación de la profunda recesión que sufría el país.

Ambos diferían sobre la guerra en Afganistán y Biden se opuso a un aumento de las tropas en terreno.

En
sus 30 años en el Senado fue conocido por sus alianzas improbables y al
igual que Trump, por su propensión a salirse del guión.

Sus
elecciones en su larga carrera le valieron críticas de los demócratas,
incluyendo de su actual compañera de fórmula, Kamala Harris, que recordó
que como senador se opuso a un sistema contra la segregación en las
escuelas que consistía en llevar a niños negros a escuelas
predominantemente blancas.

También le llovieron críticas por
ayudar a la redacción de una ley en 1994 que muchos demócratas creen que
llevó a la encarcelación de una cantidad desproporcionada de ciudadanos
negros. Recientemente Biden reconoció que esta iniciativa fue un error.

Otros
episodios en el Senado también hacen sombra a su campaña, como su apoyo
a la Guerra de Irak en 2003 y su rol en la audiencia de confirmación
del juez de la Corte Suprema Clarence Thomas en 1991 y su manejo de las
acusaciones de acoso sexual contra el magistrado.

El año pasado, una polémica sobre su actitud especialmente propensa al tacto también sacudió la campaña.

Entonces, Biden se disculpó y prometió tener en cuenta en el futuro el “espacio personal” de las mujeres.

Su
narrativa personal y sus historias familiares están tan imbricadas con
su discurso político que se han convertido en parte de su imagen de
marca.

El accidente de 1972 en el que perdió a su esposa, y sus
dos hijos Beau, de 4 años, y Hunter, de 2, quedaron gravemente heridos
pasó a formar parte de su mitología, luego de que jurara el cargo de
senador desde el hospital donde se recuperaban.

En 1975 Biden
conoció a su segunda esposa Jill Jacobs, una profesora con la que se
casó dos años después y tuvo una hija llamada Ashley.

Beau
intentó seguir los pasos de su padre en política y fue elegido fiscal
general de Delaware, pero su estrella en ascenso se apagó con un
fulminante cáncer cerebral en 2015 cuando tenía 46 años.

“Ponerse de pie”

Su otro hijo Hunter, un abogado que se dedica al cabildeo, tiene otra trayectoria.

Recibió
un lucrativo salario como parte de la directiva de una compañía de gas
ucraniana mientras su padre era vicepresidente, lo que le valió
acusaciones de corrupción.

Las presiones de Trump para que
Ucrania investigara a Biden le valieron un proceso de “impeachment” al
presidente, que fue absuelto por el Senado, de mayoría republicana.

Hunter no ha sido acusado de ningún cargo, pero Trump agita el tema cada vez que puede.

Joseph
Robinette Biden Jr nació el 20 de noviembre de 1942 y creció en
Scranton, Pensilvania, en una familia de origen irlandés muy católica.

Su
padre era un vendedor de coches. En la década de 1950 perdió su empleo y
la familia migró al estado vecino de Delaware cuando Joe tenía 10 años.

“Mi padre siempre decía: ‘Campeón, cuando te golpeen, te tienes que poner de pie de inmediato”, contó Biden.

En
Delaware se hizo local. Cuando era joven trabajó como salvavidas en una
piscina de un barrio negro y allí aprendió de las injusticias y
desigualdades que afectan a esta comunidad, lo que despertó su interés
por la política.

Biden estudió en la Universidad de Delaware y asistió a la Escuela de Derecho en Syracuse.

Siempre
se enorgulleció de sus orígenes obreros y de que siendo niño lograra
superar su tartamudeo y hasta hoy da consejos a jóvenes que sufren este
trastorno.

Joe Biden a menudo señala a su esposa Jill, de 69
años, como un importante activo para su campaña y recientemente recordó
cómo se hizo cargo de sus dos hijos.

“¿Estaría orgulloso de mí?”

Con
respecto al dolor que le generó la muerte de Beau, reconoció que es un
pesar que “nunca se va”. Tanto es así que la tragedia impidió que se
lanzara a la presidencia en 2016.

Incluso todavía suele parar a saludar a los bomberos que cruza al recordar que fueron ellos que salvaron la vida de sus chicos.

En
1988 incluso lo salvaron a él cuando lo llevaron al hospital tras
sufrir un aneurisma. Se dice que estuvo tan grave, que llamaron a un
cura para administrarle la extrema unción.

Todos los domingos Biden acude a la parroquia de San José en un barrio acomodado de Wilmington.

Allí
en un cementerio descansan sus padres, su primera esposa, su hija
fallecida y Beau, bajo una lápida decorada con una pequeña bandera
estadounidense.

En enero, Biden se explayó sobre la indeleble influencia que tiene Beau en su vida.

“Cada mañana me levanto (…) y me pregunto: ¿Estaría orgulloso de mí?”, contó.

 

 

CREDITOS A DIARIO LIBRE.

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