Un año después de la sospechosa muerte de Alexei Navalny en
una prisión en Rusia, sus seguidores han estado ayudando a seleccionar
una lápida para su tumba en Moscú.
«Será un lugar de esperanza y fortaleza para todo aquel que sueñe con
la magnífica Rusia del futuro», expresó la viuda del opositor político,
Yulia Navalnaya, citando una de sus frases más conocidas.
Al revelar los diseños finalistas en un
video la semana pasada, Navalnaya dijo que esperaba que la tumba se
convirtiera en un lugar donde los que se oponen a Vladimir Putin vayan
«para recordar que no están solos».
Navalnaya ahora vive en el extranjero, pues se arriesga a ser arrestada si regresa a Rusia.
Sus palabras reflejan cuán profundo han caído sus ambiciones.
Durante años, Alexei Navalny fue el mayor rival político de Vladimir
Putin, una figura carismática y valiente. Hoy, hasta sus abogados han
sido encarcelados como «extremistas» y un gran número de sus seguidores
han huido de Rusia por su seguridad. Los que se han quedado están
forzados por el miedo a guardar silencio.
Ahora Putin, lejos de estar derrotado por la guerra en Ucrania,
probablemente podrá dictar las condiciones de un acuerdo de paz en ese
país junto a Donald Trump.
Entonces, ¿murió la oposición democrática rusa y su sueño de un cambio en una cárcel en el Ártico junto a Alexei Navalny?
Sofocando la vida democrática de Rusia
Ksenia Fadeeva cumplía una sentencia de nueve años cuando en la TV de
su celda se anunció que Navalny había muerto. Había colapsado en
prisión durante su caminata diaria.

servicio de prisiones de Rusia afirmó que Alexei Navalny había
colapsado durante una caminata en IK-3, una remota colonia penitenciaria
en el Círculo Ártico. Guetty Images
«Quedé estupefacta; no podía ni hablar», recuerda la activista. «Fue como una pesadilla».
Ksenia también era una prisionera política, catalogada como
«extremista» por sus vínculos pasados con Navalny. Ella había
administrado su centro de operaciones en la ciudad de Tomsk, en Siberia,
cuando Navalny intentó lanzarse a la presidencia contra Putin en las
elecciones de 2018 y fue vetado.
En ese entonces, Ksenia me mostró cómo su automóvil había sido
cubierto de pintura y los neumáticos rasgados. En otra ocasión, la
puerta de su casa fue pegada con goma, dejándola atrapada adentro.
La joven activista no le dio mucha importancia a eso. Era parte su realidad.
En ese momento, Putin llevaba sofocando la vida democrática de Rusia
durante casi dos décadas. Había pasado de controlar los medios a
manipular las elecciones y castigar las protestas. Luego vinieron los
envenenamientos y los asesinatos políticos.
Este mes, también se conmemoran 10 años desde que Boris Nemtsov, otra
poderosa voz de la oposición, fue asesinado. Recibió un disparo en la
espalda cerca de los muros rojos del Kremlin.
El año anterior, Rusia se había anexado Crimea ilegalmente y el nivel
de aprobación de Putin seguía impulsado por una ola de nacionalismo
tóxico. Los críticos como Nemtsov fueron públicamente fustigados como
traidores.
El cuerpo sin vida del político, yaciendo bajo guirnaldas luminosas
con los colores de la bandera rusa, marcó el inicio de una nueva era
oscura.
La oposición criminalizada y deportada
Navalny hizo lo que pudo para darle nueva vida a la debilitada oposición rusa.
Como maestro de las redes sociales, poseía un atractivo real, especialmente entre los más jóvenes.
Pero en 2020 fue envenenado con el agente nervioso Novichok y casi muere.

había sobrevivido atentados con veneno y años de reclusión en las
prisiones más duras de Rusia, después de denunciar la corrupción en casi
todos los niveles del gobierno. Guetty Images.
«Yo sabía que podían meterte en prisión, disolver las protestas a
golpes, inventarse cargos criminales. Pero, ¿envenenar con un arma
química?», se pregunta Ksenia Fadeeva cuando recuerda el shock del
ataque. «Creí que el sistema tenía algún freno, pero estaba equivocada».
Cuando Navalny regresó de su tratamiento en el extranjero, fue arrestado en el aeropuerto.
Jamás volvería a ser libre.
En ese entorno, no sorprende que haya una falta de oposición abierta en Rusia.
«No creo que haya ningún país en el mundo donde muchos se arriesguen a
pasar años en prisión por levantar la voz», me escribió desde su propia
celda Vladimir Kara-Murza, un destacado activista.
Sentenciado a 25 años de cárcel por condenar los crímenes de guerra
rusos en Ucrania, Kara-Murza resintió las críticas a los rusos por no
oponerse a Putin con mayor firmeza y no poder frenar la invasión a gran
escala del país vecino.
Navalny ya estaba en la cárcel. Unas pocas protestas contra la guerra fueron rápidamente reprimidas.
«Dentro de Rusia, no es que no haya nadie con el carisma de Navalny»,
dice Tatiana Stanovaya, investigadora sénior del Centro Rusia-Eurasia
de Carnegie, al explicar la falta de nuevos líderes desde su muerte.
«Es que estamos hablando de una completa criminalización de la oposición».
su liberación, Vladimir Kara-Murza (en la foto) ha viajado ampliamente,
defendiendo que una Rusia democrática es clave para la paz global.
Guetty Images
El pasado agosto, Vladimir Kara-Murza y Ksenia Fadeeva fueron sacados
de sus celdas y forzosamente deportados como parte de un gigantesco
intercambio de prisioneros.
El Kremlin estaba exportando a la disidencia.
Para entonces, Navalny estaba muerto.
Ksenia cree que, si hubiera vivido, aún desde el exterior, Navalny
hubiera marcado una diferencia. «Las cosas hubieran sido diferentes si
hubieran dejado libre a Navalny en un intercambio de prisioneros. Su voz
habría sido fuerte, la oposición tendría más influencia», afirma.
«En las duras condiciones actuales, no sé dónde encontrarán otro líder como Navalny».
En compás de espera
El equipo de Navalny no ha dejado de trabajar en el exilio. La mitad
de ellos presionan a los gobiernos occidentales para que apliquen
sanciones más efectivas a Rusia, y los otros tratan de romper el muro de
propaganda rusa con denuncias contra el séquito de Putin.
Su documental más reciente se enfoca en Igor Sechin, poderoso aliado
de Putin, y sostiene que el presidente ruso sólo pretende «hacer a Rusia
grande» mientras él y sus compinches saquean la riqueza del país.

dio una nueva energía a la oposición de Rusia, usando las redes
sociales y un mensaje anticorrupción para conectar con los más jóvenes.
Guetty Images
Ese tipo de investigaciones solían fomentar protestas reales. Ahora
en Rusia esos programas sólo pueden verse a través de conexiones VPN y
la mayoría de la gente no se atreve a emitir comentarios en redes
sociales.
«Ahora te pueden acusar criminalmente por sólo levantar el dedo»,
señala Ksenia Fadeeva, a pesar de que el reportaje de investigación más
reciente fue visto casi dos millones de veces en 10 días.
Ksenia asegura que la mayoría de esa audiencia está fuera de Rusia.
«La gente no ha cambiado sus opiniones, todavía están allí.
Definitivamente leen y siguen y ven lo que pasa», indica. «Pero no
pueden protestar. Simplemente están sobreviviendo».
Esa es una palabra que escucho con frecuencia de los activistas:
describen a las fuerzas de oposición en Rusia como en un compás de
espera.
«Podemos adherirnos a nuestros valores prodemocráticos básicos y
tratar de mantener a las personas a salvo para el futuro de Rusia», dice
Anastasia Burakova, cuyo propio proyecto «Arca» intenta hacer justo
eso.
«Pero nadie sabe cómo ponerle fin a esta dictadura con éxito».
No convence
Pero, ¿hay una demanda real para que eso suceda?
«Imagínate preguntar: ‘¿Apoyas a Vladimir Putin o quieres ir a la
cárcel 15 años?’, cuestiona Ksenia Fadeeva, burlándose del valor de
realizar una encuesta en un régimen autoritario.
Otros creen que los investigadores todavía tienen maneras de tomar el
pulso social y confirman que no está muy alterado con Yulia Navalnaya y
compañía.

Navalnaya espera que la tumba de su fallecido esposo se convierta en un
lugar para que los que se oponen a Vladimir Putin puedan reunirse y
«recordar que no están solos». REUTERS
La viuda de Navalny tiene autoridad moral pero no el talento político de su fallecido esposo.
«Todas estas… figuras liberales tienen índices de aprobación
extremadamente bajos», señala la académica Tatiana Stanovaya. En cambio,
detecta una consolidación del apoyo al Kremlin que vincula al auge de
ataques con drones a Rusia por parte de Ucrania.
«La gente ve que somos muy vulnerables y tienen que optar por el
protagonista más fuerte para su defensa», explica la analista. «No es
porque les guste Putin o lo consideren un héroe. Es porque él puede
proteger a Rusia en un ambiente muy hostil».
No importa que Putin haya creado ese ambiente él mismo al iniciar una guerra.
Ayuda que Donald Trump parece estar tomando partido por Moscú: el
presidente estadounidense dijo una vez que «entendía» el veto de Rusia
contra la entrada de Ucrania en la OTAN. Ahora parece haber concedido
esa condición a Moscú, aún antes del inicio de cualquier conversación de
paz.
«Creo que la guerra ha arraigado aún más el sentimiento
antioccidental», comenta la doctora Jade McGlynn, del King’s College de
Londres. «Realmente, tampoco veo evidencia de una fuerte minoría de
rusos deseosos de un tipo de democracia liberal y aliada con Occidente».
«Creo que los liberales… a fin de cuentas dejaron de convencer» a los rusos.
Esa frase tiene muchas implicaciones, incluyendo el sufrimiento
económico y la corrupción masiva que los rusos experimentaron con la
caída de la URSS. Todo ayudó a hacer de la democracia una palabra sucia.

ha dominado el panorama político de Rusia durante décadas, mediante
táctivas estratégicas, acciones militares y medidas polémicas para
mantener el control. Guetty Images
Durante años, la televisión estatal rusa también ha propagado la idea
de que los críticos de Rusia son sus enemigos y agentes de Occidente.
«El Kremlin juega con el miedo real, incrustado en las mentes de los
rusos, de que Occidente ha estado tratando de hacerle daño a Rusia,
debilitarla y dividirla», opina Tatiana Stanovaya.
«Hay un buen caldo de cultivo para que el Kremlin pueda actuar».
Disidencia dividida
Las fuerzas de la oposición también están profundamente divididas.
Las feroces rivalidades y enfrentamientos que se remontan varios años
se han intensificado en el exilio y ahora suelen explotar en peleas
violentas y muy públicas.
«Podemos debatir después de que la democracia en Rusia empiece pero,
por ahora, tenemos la misma meta y el mismo enemigo que se encuentra en
el Kremlin», dice Anastasia Burakova, dejando clara la frustración de
muchos de que ese tipo de enfrentamientos son una distracción peligrosa.
Esa división es por lo que Jade McGlynn piensa que los activistas
exiliados de Rusia deberían mejor llamarse «disidentes» en lugar de
oposición política.
«La política es sobre lo práctico, de lo contrario eres un filósofo»,
arguye, añadiendo que desafiar a los que están en el poder es imposible
en Rusia en este momento.

expertos opinan que las probabilidades de que Rusia pase del
«putinismo» a una democracia liberal están más lejanas que nunca.
REUTERS
Anastasia Shevchenko está de acuerdo. Pero sobrevivir el «putinismo»
no es suficiente para ella. «Odio cuando la gente todavía habla de la
‘bella Rusia y el futuro’», me dijo la activista citando a Alexei
Navalny, cuando nos reunimos en un café de Kyiv el mes pasado.
«No puedes sentirte alegre al lado de ciudades destruidas donde tantas personas han muerto».
Otras figuras de la oposición insisten en referirse a «la guerra de
Putin», para sugerir que la mayoría de los rusos están en contra de la
invasión, lo que enfurece a los ucranianos.
«Creo que afirmar que se trata de la guerra de un hombre cuando
tienes a 600.000 tropas allá y más de tres millones en la industria de
la defensa, sin incluir a todos los propagandistas, no es convincente»,
afirma Jade McGlynn.
Otras manera de ayudar
Pero a Anastasia Shevchenko le resulta difícil enfocarse en otra
cosa. Mientras el cambio en Rusia continúa estando «muy lejos», ella ve
que Ucrania está en problemas ahora y que ella puede ayudar.
Shevchenko hace de operadora telefónica, permitiendo a los soldados
ucranianos capturados en Rusia hablar con sus familias.
Ella sola se ha convertido en una operadora telefónica para los
soldados ucranianos capturados en Rusia: los prisioneros de guerra, que
no pueden marcar números ucranianos desde las cárceles rusas, marcan el
número del celular ruso de Anastasia. Ella se comunica con sus madres o
esposas en otra línea y junta los dos teléfonos para que puedan hablar.
«Si puedes ayudar a Ucrania, deberías hacerlo», sostiene. «Pero
nosotros los rusos sólo estamos enfocados en Rusia y eso no lo
entiendo».
Todavía ajustándose a la vida fuera de la prisión, y fuera de su
propio país, Ksenia Fadeeva ha cambiado por ahora su enfoque de la
política a los derechos humanos, ayudando a los prisioneros políticos.
«Sigo creyendo que Rusia tiene la oportunidad de volverse un país
europeo normal, libre, pacífico», insiste Ksenia. «Pero el régimen es
mucho más duro ahora, más autoritario».
Anastasia Shevchenko coincide, aunque recuerda el colapso de la URSS y reconoce que la historia es impredecible.
«Nunca sabes qué va a suceder. Las cosas pueden cambiar rápidamente. Así que tienes que estar lista».
Pero, ¿lista para qué?
El espectro del nacionalismo
La idea de que Rusia pase del putinismo a la democracia liberal se ve menos probable que nunca.
Jade McGlynn no ve ninguna posibilidad, a no ser que la visión que
condujo a la invasión de Ucrania –»esta visión imperial, chauvinista de
Rusia»- sea derrotada.

noviembre del año pasado, varios miles de personas marcharon en Berlín,
encabezados por destacados opositores rusos, para protestar contra la
guerra de Putin en Ucrania y hacer un llamado a la democracia.
«Pienso que ahí es donde veremos una oposición real», sostiene. «De
parte de los nacionalistas disgustados», especialmente en un país con
decenas de miles de veteranos de guerra.
«¿Qué le venderán las autoridades al pueblo entonces?¿Qué idea?», se
pregunta Ksenia Fadeeva, cuando la guerra termine finalmente.
Todos concuerdan en que la represión política continuará. Según
Tatiana Stanovaya «el estado, especialmente el aparato represivo, no
tiene la habilidad de retroceder».
Creditos a Hoy.